Retorno de Punta Nariga

 
La pataleta en orden de marcha con el petate amarrado.
¡Qué poco equipaje se necesita cuando vas solo!

Las primeras etapas del viaje, a saber: Albacete-Cuenca-Guadalajara, caminos mil veces recorridos en mi primera V-Strom, han transcurrido sin problemas ni novedades. La Pataleta se ha portado de maravilla y estoy absolutamente contento con ella. 

Más allá de Guadalajara era terra incognita. Había elegido en el Maps una ruta hasta Peñafiel, donde hice noche, por las carreteras más reviradas que aparecían. Sin embargo unos problemas con el GPS me llevaron a perder mucho más tiempo del que tenía previsto con paradas en cada cruce para consultar la ruta.

A pesar de eso disfruté totalmente de, sobre todo, la carretera CM-1006. Una auténtica gozada que recomiendo a cualquiera que se pasee por la provincia de Guadalajara en moto.

Sin embargo, he de reconocer que no fui capaz de seguir la ruta prevista. En un momento dado había elegido en el mapa un desvío hacia Riaza pero al llegar al punto del desvío, después de unas 8 horas de curvas y empezando a notar el cansancio, me dio miedo el aspecto del cruce que os adjunto en foto y al que la foto no hace justicia respecto a la rampa y lo estrecho que era.


Como no tengo GoPro adjunto la imagen del Maps.
En la realidad esa cuesta parecía mucho más empinada.

Más adelante lamenté esa decisión por cuanto la carretera que seguí estaba llenita de obras, camiones y llevando el sol, ya muy bajito, de cara durante los últimos 50 kilómetros o así. Bueno, no siempre se acierta.

Ese primer día estuve algo más de 11 horas sobre la moto. Fue un día inolvidable para mí a pesar del cansancio y los ya mentados fallos del GPS (me perdí no menos de 6 veces al atravesar los pueblos). Como anécdota, estrenaba botas y al estar tan nuevas y rígidas, de cambiar de marcha cientos de veces me llegaron a hacer una dolorosa rozadura en la pantorrilla. 

Dormí como un bendito y al día siguiente, con algunos dolores remanentes y 600 kilómetros de curvas por delante decidí que me iba por el camino fácil y pillé una nueva ruta que incluyese autovías hasta Lage, más allá de Coruña. Todo fue sencillo y rápido y para las 5 de la tarde estaba en el Hostal.

El día siguiente lo dediqué visitar el Faro de Punta Nariga, objetivo del viaje, y a recorrer entre bosques de eucaliptos esas carreteritas mágicas y preciosas. Sigo pensando que son las más bonitas del mundo mundial, donde pareciera que pudieses encontrar en la cuneta un duende, un dinosaurio, una bruja... cualquier personaje o lugar mágico. Nada más distinto es imaginable a mis paisajes de La Mancha.

Sin embargo he encontrado Galicia un tanto desgastada. Los restaurantes no son lo que eran: menús menos abundantes y más caros y con ofertas más escasas. El marisco es del pacífico en su mayor parte y el vandalismo no corregido asoma aquí y allá. Valga como ejemplo que la estatua de bronce del Faro, un ser mitad humano y mitad pájaro, que daba sentido al relato que cuenta la arquitectura del faro, ha sido robada.


Sólo queda el pedestal donde antes había una estatua.
Curiosamente en el trocito que dejaron está la firma del autor.

Es también frecuente ver en las casitas de piedra al lado de las carreteras que ya pasaron por ahí los imbéciles del espray dejando orgullosa constancia de su falta de cerebro.

He tenido siempre de firma en los foros la frase "No podemos regresar" y por lo visto no la tengo lo suficiente aprendida. Ayer alguien me dio una versión más aplicable a este viaje: "Nunca vuelvas a los lugares que brillen en tus recuerdos".

Al día siguiente regreso. Lage-Madrid donde me alojaría en casa de un querido amigo. Casi todo autovía, salvo un desvío por la Nacional VI para evitar un peaje, que te permite pasar el Alto de los Leones, una carretera de montaña ancha, con carril para vehículos lentos y curvas maravillosas para practicar tumbadas... si no fuese porque está llenita de coches y camiones que asustan bastante. De la A6 llegando a Madrid con sus cuatro carriles llenos y la M40 con los suyos en hora punta, no voy a hablar, que no vale la pena.

Sólo destacar que, una vez solucionados los problemas con el GPS, constato que el marcador de velocidad de la moto es muy generoso y marca un 10%, más o menos, de más respecto a lo que dice el GPS. Mejor, eso me vacuna contra radares.

El último día, echando ya mucho de menos mi casa y los míos, Madrid-Albacete por autovía y fin de trayecto.

Resumiendo:

Este viaje, que me debía a mí mismo, ha cumplido con todos sus objetivos en cuanto a viaje. Rutas maravillosas, límites personales dinamitados, parajes preciosos y gente amable por todas partes. Peeero (siempre hay un pero) no he encontrado ni el estado de ánimo que buscaba ni han estado presentes las lecciones que creía que iba a aprender. He encontrado otros estados de ánimo distintos y otras lecciones distintas. En otras palabras: No ha sido un viaje al reencuentro con el pasado sino al encuentro de un presente inesperado. No podemos regresar, no.

En este viaje he contactado con viejos amigos que siendo ellos mismos ya no son lo que eran, como yo, como todo. Ha sido una alegría que espero repetir en el futuro.

En este viaje he superado torpezas y miedos. He pasado momentos de susto, de apuro, de cansancio y sobre todo de disfrute y asombro. 

En este viaje he lamentado un montón de veces no haber comprado una cámara para llevar en marcha y poder mantener frescos en mi memoria los paisajes que he atravesado y que ahora mismo brillan en mi memoria pero que con el tiempo se irán desdibujando.

Y en este viaje, he confirmado que, dure lo que dure, en esta etapa de mi vida la moto vuelve a coger protagonismo. 

Que dure.


Comentarios

  1. Me has recordado en episodio cuando el Dr. Juvenal Urbino (El amor en los tiempos del cólera) cuando regresa a su pueblo desde Francia lleno de ilusión desde la cubierta del barco. “La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.”

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