El relato sobre la belleza desapercibida


 Ayer me tragué 500 kilómetros de autovía. Después de un montón de días con mal tiempo amaneció un día claro, tranquilo y perfecto para la moto. "Hoy salgo", me prometo. Empiezo a escarbar en el Maps para decidir la ruta pero de repente me acuerdo que le debo una visita a mi hijo, el que vive en Benidorm. Hay rutas alternativas con muchas curvitas... pero no hay tiempo. Es día de diario y me he de acoplar a sus horarios laborales. Autovía pues.

Autovía pues
 

No os voy a aburrir con el viaje en sí por autovía, aburrido en general y punteado con momentos aterradores pero es quizá el único tipo de trayecto sobre el que puedes, a ratitos, pensar y/o fantasear y estoy seguro que todos tenéis algún tipo de juego o fantasía en vuestra cabeza para estos momentos. Así pues me dediqué a mi juego favorito sobre la moto: Añadir un relato al momento.

La historia es la siguiente (y levanto el aviso de ladrillo aburrido a partir de aquí):

No hay viaje en moto que no te enseñe algo. No hay viaje en moto que no contenga su pequeña íntima epifanía. En mi último viaje a Galicia, a visitar el faro de Punta Nariga, pasé tres horas allí casi en completa soledad. Las dediqué a grabar en mi memoria los paisajes, la arquitectura con su simbología masónica y a reforzar el relato que tal simbología me sugiere. Todo muy guay y muy íntimo. Llegué a tomar medidas con una cinta métrica que me confirmaron la intencionalidad de la construcción y me dediqué a disimular cada vez que alguien pasaba a hacerse la foto de turno.

Pude ver con pena que la belleza que yo percibía, que me abrumaba, que me contaba cosas maravillosas, era totalmente desapercibida por aquellos turistas. Estaba ahí, en el paisaje, en la construcción, en las proporciones, en las formas, pero para todos aquellos turistas no existía nada más que lo que cada uno traía puesto de casa.  

Cosas como "Estamos recorriendo la ruta de los faros. ¿Sabes si faltan muchos?" o "No me hagas la foto en este lado que el viento me agita el pelo, vamos al otro lado de la torre que estará resguardado" o simplemente risitas y empujones adolescentes entre selfie y selfie, era toda la visión que traían y toda la experiencia que esa gente se llevaba de allí.

Siendo esto así, queda claro que la calidad del momento depende del relato que tú aportes. De la inabarcable e indiferente belleza que el mundo contiene sólo somos capaces de reconocer, admirar y disfrutar aquello que nuestro relato contenga. Lo demás permanecerá desapercibido. 

Y ahí, montado en la moto de regreso al hotel, vino la epifanía: 

Eso es así pero... ¡Podemos manipular el relato! 

Esas personas llenaban el mundo inconscientes en la inercia de sus relatos cotidianos, están atrapados en él. Pero podemos incorporar relatos mejores a los instantes que vivimos. Podemos crear relatos más bellos que aplicar y enriquecer cualquier momento que vivamos.

Supongo que construir un relato global que nos ubique en el mundo es tarea de toda una vida, pero estoy hablando de la moto. De instantes, flashes que vivimos sobre ella. No se trata de construir nada profundo, sólo de encontrar una pequeña historia que añada un pequeño significado al momento.

Así, ayer, mientras recorría una inmensa recta sin tráfico tarareando el estribillo de "Chanson D'Amour" de Manhattan Transfer (viejuno que soy, oiga) y que se me había quedado dando vueltas obsesivas dentro del casco, añado un relato al momento, como si fuese el subtítulo de una fotografía: "Un hombre. Una moto. Devorando distancias cantando canciones de amor hacia el reencuentro con los seres queridos".

O, a la vuelta, mientras sorteaba el tráfico pesado saliendo de Alicante con el sol bajito de cara: "Persiguiendo el sol buscando llegar donde se me espera y se me quiere antes de que llegue la oscuridad".

Os sonarán a cursiladas, pero el objetivo es aprovechar la intensidad, el estado de alerta que se vive sobre una moto para poner palabras, las más bonitas que encuentres, al momento que estás viviendo. Que ese kilómetro, ese instante, en el que el trayecto te brinda no sea sólo un dígito más de tu odómetro. Que sirva para construir tu relato íntimo del mundo, que sirva para ampliar tu percepción de la belleza.







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