Marsupiales
o Cómo la moto te cambia hasta de especie.
Continuando con el relato de los detalles que la moto ha cambiado en mi vida os paso a contar cómo cambié de especie biológica.
Siempre he sido un hombre vulgar. De hecho aparezco en el Libro Guiness
de los Récords como el «Hombre Más Vulgar Del Mundo» pero quedé entre los de el medio. Me vestía, y me
visto, siempre con colores sobrios, ropa de C&A preferiblemente en
rebajas, gesto adusto y canas bien peinadas. Funcionario de pro, padre
de tres hijos, cariñoso y severo cuando hace falta, esposo fiel y
cumplidor… ya os podéis imaginar: un auténtico plasta.
Pero algo
no cuadraba en mi vida y era algo relacionado con las dos ruedas. El
hecho simple de ir por la ciudad a mis años con un ciclomotor me hace
diferente de casi todos los hombres de mi edad que conozco. Si además el
ciclomotor esta trucao…(cilindro de 70cc) más todavía. Si le sumas que
cuando el tráfico me lo permite voy a toa leche cambiando de sitio el
flequillo a los guardias, pa qué contarte…
Pero eso no me sacaba
de la vulgaridad de la especie humana. Homo sapiens sapiens, que dicen,
aunque yo me veía un punto por debajo del Homo sapiens sapiens y uno
por encima del Homo sapiens a secas.
Sea como sea yo era feliz
así. Mis 70 cc plenos de potencia pillaban de sorpresa a los jovencitos
tuneadores con chica enseñando el tanga detrás que me miraban con
desprecio en los semáforos cuando los dejaba atrás con una mirada por
encima del hombro, los enlatados me miraban con cabreo cuando me
deslizaba como agua en una cesta entre el tráfico y sus padecimientos…
Yo era feliz y entonces llegó ella, con sus cromados, con su peso
enorme y con su ruido de vtwin y nada volvió a ser lo mismo… Llegó ella
con sus marchas y se acabaron las salidas brillantes en los semáforos.
Llegó ella con su peso y sus espejos situados en husos horarios
distintos y se acabó el zizagueo entre los coches… y yo seguía siendo
feliz.
Los jovecintos tuneadores descerebrados me miraban, luego
miraban a la chica que llevaban, tragaban saliva y le decían algo para
que ella no reparase en mí. Llegó ella y aportó un nuevo estilo y nuevas
costumbres…
Pero llegó ella y ¡Horror! no tenía baúl ninguno.
No podía llevar la documentación, no podía dejar el casco de reserva,
¡No podía llevar nada! ¿Qué hacer?
Tras mucho pensarlo,
sopesarlo y repensarlo, cedí. Doblegué mis 45 años de Homo sapiens
hispánicus y me compré un bolso de mano. «No pasa nada», me razoné. «Hoy
día muchos hombres llevan bolso». «Pareces el cobrador de la
gasolinera», apuntó MoteraConFlecos dándome apoyo a su estilo habitual…
El bolso está chulo. Llevo en él la documentación de la moto,
una navaja que pa eso soy de Albacete, los pulpos por si hay que poner
algo en el transportín, un espray arregla pinchazos, una caja de
sacarina, un bolígrafo, unas inivitaciones para café en la feria
(caducadas), aspirinas, dos tiquets del carrefour, una libretita pequeña
y me sobra aún un montón de sitio para ir acumulando.
Ahora
sufro la necesidad de automatizar el llevar bolso como sufrí la de
automatizar las marchas de la moto. Si me lo cuelgo del hombro se
resbala, si me lo tercio por el pecho nunca sé si colocar la correa por
encima o por debajo del pezoncillo, (que luego se roza y no veas lo que
jode, tío)…
En resumen he pasado de Homo Sapien Sapiens a Homo
Sapiens Marsupialensis, especie a la que, creo, pertenecemos más de un
motero.
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