¡A Punta Nariga!

 ¿Nunca habéis viajado a un sitio que se quedase incrustado en vuestra alma para toda la vida? A mí me pasó en Galicia. 

En 2007 recorrí la costa de la muerte en coche con mi mujer. Era el viaje de novios que en su día no tuvimos y que al cumplir las bodas de plata se pudo hacer realidad. Entre todo lo que vimos estaban, claro, los faros. Los vimos todos, creo, pero entre todos me impresionó el faro de Punta Nariga. 

 


Los que me conocéis sabéis que al morir Franco y abrirse las puertas a muchas cosas antes prohibidas entre ellas las órdenes masónicas, rosacruces y similares, me entregué a ellas con la intensidad con la que suelo meterme en las cosas que me entusiasman y fueron el centro de mi vida durante unos 10 años. Por eso, a la vista de dicho faro me dije: "Esto tiene un aire masónico, tal o cual cosa podrían ser símbolos". Pero íbamos con la prisa de ver un montón de cosas en el menor tiempo posible y no pude entretenerme en más.


Tres o cuatro años después, no recuerdo bien, volvimos con unos colegas moteros. Montamos dos V-Strom 650 en un carrito tirado por una furgoneta para ahorrarnos los tramos de autovía y luego recorrimos en moto unos 2.500 kilómetros por toda Galicia, siendo este uno de los viajes, para mí, más memorables que he hecho. 

Entonces sí tuve ocasión de pasar más tiempo en el faro de Punta Nariga y, yendo acompañado, tuve que explicar en voz alta lo de los símbolos masónicos. Más aún, pude contemplar en detalle el lugar y vi que esa construcción no se limitaba a símbolos, también contaba una historia... que no viene al caso. El tema es que según desgranaba el relato para mis amigos me fui sintiendo más y más atado al lugar. Ese faro se me metió en la cabeza y en los siguientes años soñé con él una noche sí otra no (exagero, claro) y acabé escribiéndole un poema que apareció en mi segundo libro. Tanto fue así que llegué a contactar con el arquitecto que lo diseñó intentando tirarle de la lengua sobre toda aquella simbología... pero no conseguí más que respuestas indirectas y, eso sí, un libro firmado sobre los faros de Galicia.

Con eso el misterio ha seguido, ya sin sueños, rulando por mi cabeza. Ahora que tengo la Pataleta y ahora que mi artillera (mujer acompañante en la jerga motera) se ha declarado pacifista, ahora que no tengo grupo para viajar, y ahora que estoy jubilado y no tengo prisa ninguna, voy a subir la semana que viene a ver otra vez ese lugar. Esta vez todo el viaje en moto evitando autovías, como debe ser.

Llevaba como un mes, desde que tengo la moto, diciéndome que "un día de estos tengo que ir a Punta Nariga"; "de todos los viajes pendientes el único obligatorio es el de Punta Nariga"... etc. etc. Al mismo tiempo que me decía "no tengo traje de lluvia, no tengo guantes de invierno, no estoy en forma", etc. etc. y viendo docenas de video-tutoriales sobre viajar solo en moto. Tantos que todo lo que dicen llega a ser abrumador. Sin embargo uno de los consejos que daba alguien me llegó dentro: "Pon una fecha y cúmplela. Que sea sagrada para tí". 

Realizando que lo que estaba haciendo era rendirme a los miedos, puse fecha, el 25 de Septiembre.

No he planificado la vuelta, sólo la ida. El viaje será, como mínimo de cinco días, dos para ir, dos para volver y uno de estancia... pero ya se verá si al final son más (cosas interesantes que ver), o menos (el viejo gordo no aguanta más). 

Entre nosotros no las tengo todas conmigo. Ahora mismo, a cuatro días de distancia estoy inmerso en un resfriado en vías de curación. Espero que para el viaje esté totalmente repuesto. Pero aún así, sin contar con el resfriado, la colección de pequeños dolores, rigideces y debilidades es larga, larga y no tengo ni idea de cómo responderé a cinco días sobre una moto. 

Pero es algo que tengo que hacer sí o sí y que si no hago ahora, no lo voy a hacer nunca. Porque no quiero ir en coche, porque no quiero ir acompañado y porque no sé si alguna vez volveré a tener estas ganas de viajar. Ahora o nunca.

Para terminar la paliza, si algo puede daros una idea del sentimiento de conexión que tengo con este lugar, será el poema que le dediqué y que mencionaba más arriba, titulado Cenizas.

Cenizas

Mezclad un mechón de vuestros cabellos
con la suavidad de los secos restos de mi cuerpo
que una parte de vosotros en mí
es lo único que conmigo quiero
y llevadme a Punta Nariga.
 

Llevadme a Punta Nariga
y dejad mi ceniza liviana
abrazada a vuestros cabellos
junto a ese ángel caído y redimido
que está a punto volver al cielo.

Llevadme a Punta Nariga.
Dejad que vuele cabalgando el aire,
dejad que ahora vuele
como vivo nunca volé antes.

Y pues fui como esa luz
que en la oscuridad
intenta dar sentido al horizonte

y pues fui como esa torre
que frente a los vientos
yergue su pobre firmeza

y pues fui como ese medio ángel
siempre a punto de volar
y siempre anclado al suelo,

llevadme a Punta Nariga
y que el viento del este me lleve
a mí, hombre de tierra adentro,
al mar, a mezclarme con la sal
que, ahora sí, abrazado a vosotros
por fin remontaré el vuelo.


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